Hace unos años logré que mi marido hiciera una pérgola reciclando un viejo portón, inmediatamente la llené de enredaderas y este año pude gozar de una hermosa sombra. Habiendo experimentado bastante desazón con los sillones plásticos, que enseguida comenzaron a quebrarse, deseaba conseguir unos de madera.
Contrariando la opinión de mi marido, que pensaba que estaba tirando el dinero, me traje esta reposera.
Cuando fui a estrenarla a la noche, para disfrutar del cielo nocturno, ¡oh sorpresa! estaba mi media
naranja cómodamente instalado, haciendo caso
omiso a mis protestas. Ya con el
presentimiento que la mano vendría complicada, me levanté a la mañana siguiente para ir a trabajar y decidí estrenar mi reposera mientras tomaba el cafecito matinal y ¡oh sorpresa! estaba la perra cómodamente instalada, comencé a empujarla suavemente hacia un lado, pero ella se resistía, había llegado primero, conclusión terminamos las dos apretujadas sobre la reposera, porque ninguna quiso ceder y yo tomé mi café como pude.
Ah! y el resto del día la disfrutan los gatos, que por la cara de satisfacción que ponen la encuentran muy cómoda.
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