Hace unos años una compañera de trabajo me habló de una nueva tendencia a revalorizar las plantas nativas, me comentó que ella estaba investigando sobre el tema y me invitó a un curso que daba. Hasta ese momento yo sólo prestaba atención a las plantas que encontraba en los viveros, pero allí aprendí a ver la naturaleza con otros ojos, el paisaje que me rodeaba dejó de ser un monte enmarañado que veía desde la ventanilla de un vehículo y comencé a encontrar esos tesoros de la naturaleza escondidos entre la vegetación exhuberante y que a pesar de haberlos tenido delante de mis narices desde niña, me había empecinado en no querer ver. También en ese momento me volví verdaderamente ecologista, al darme cuenta de la belleza natural que se pierde inexorablemente en nombre del progreso. Admiro a las personas luchadoras, aquellas que pelean por un ideal, talvez mi temperamento sea demasiado tranquilo para eso; pero también creo en la lucha pacífica, sobre todo enfocada en la educación de las futuras generaciones, para que no cometan los mismos errores que hemos cometido nosotros. Por eso quiero realizar mi pequeño aporte, mostrando la belleza inigualable de una naturaleza que nos empecinamos en maltratar y que talvez nuestros nietos no lleguen a ver así como hoy la veo yo.
¿Porqué no empezar con la orquídea local? la más conocida. Es una variedad de oncidium que acá llamamos patito y que adorna muchísimos jardines, pegada a os troncos de los árboles.
Esta es una enredadera conocida como uña de gato, una variedad de bignonia que crece sobre los árboles, desde las rutas se los puede ver cubiertos de las flores amarillas de esta enredadera. Debe su nombre a los zarcillos, divididos en tres partes, como se ve en la flor de la derecha. Es muy, pero muy invasora, y se propaga por tubérculos, a su vez las ramas echan raíces, sobre todo cuando tocan el suelo, sin perjuicio de la gran cantidad de semillas que producen las vainas que suceden a las flores.
Esta florcita tan delicada se llama flor de Santa Lucía (commelina erecta), su planta es muy común, suele crecer en las macetas, tiene tallos quebradizos y se la utilizaba antiguamente en lavajes para la conjuntivitis, de ahí su nombre.
Esta es la petinia silvestre, más pequeña que las variedades que compramos, pero muy resistente y anualmente se renueva solita, no es necesario sembrar las semillas.
La bormelia autóctona, el clavel del aire, tan común en las ramas de los espinillos, ñandubays y algarrobos.
Esta es una enredadera muy frondosa, que crece junto al río Uruguay, se la llama isipó amarillo o papa de río por el tubérculo que forma en la base del tallo. Su flor suele estar escondida entre las hojas, pero no por eso deja de ser bella y delicada.
Este es mi querido cabello de ángel, una de las dos variedades de clemátide que hay en la zona, el fruto es similar, una pequeña cabellera blanca, se diferencian en las hojas, la de la foto es más bonita con su forma irregular, la otra tiene hoja de bordes redondeados. Después de varios intentos logré aclimatar una en mi jardín y espero con ansias que me regale alguna flor.
Aunque parezca mentira, los rayitos de sol también crecen salvajes, los primeros los junté junto al río y tienen un pequeño bulbito del que vuelve a nacer la planta año tras año. Los segundos crecen en el monte y se desarman en montones de gajitos que forman nuevas plantas. Ambos tienen flores simples, pero lo bueno es que ni siquiera pretenden que los rieguen.
Esta es otra de mis favoritas, una enredadera solanácea que también crece junto a los ríos y se la llama jazmín solano o amor porteño
El camará morado es una variedad de verbena que se ve a menudo a los costados de los caminos.
El ingá es un árbol leguminoso que tiene una rara flor en forma de penacho, su chaucha tambien es vistosa, de un color verde claro, textura afelpada y bordes resaltados.
El ñandubay, es la leguminosa típica de esta zona, su madera rojiza y dura fue muy utilizada durante años por el hombre de campo para las construcciones, como poste de alambrado y para obtener brasas duraderas para los asados. Su flor es un delicado penachito amarillo, perseguido por las abejas.
Y esta es sin dudas mi preferida, por lo tenue y misteriosa. Se la llama dama de noche, pero no he podido encontrar bibliografía sobre ella. Comienza a abrir sus flores de un blanco purísimo al atardecer y las mantiene abiertas toda la noche. En la oscuridad parecen pequeños fantasmitas blancos diseminados entre la vegetación. Su flor se cierra con el alba y se mantiene escondida durante el día.
El espinillo (acacia caven) es un arbusto muy difundido que pone unas flores pequeñas con un perfume intenso que baña los campos, luego ofrece estos frutos, que al secarse adquieren un color pardo oscuro
La cina cina o retamo rojo tiene unas flores amarillas con pintas rojas que reslatan en sus ramas finas que parecen casi desnudas
Otra de la que no he podido encontrar datos, la conocida campanita blanca
El caraguatá es una planta muy espinosa que pone una larga vara con estas flores
Esta por la forma de la hoja pareciaera una variedad colorida de tasi. El que conozco (una asclepiadácea) tiene una flor blanca amarillenta.
miércoles, 30 de enero de 2008
Plantas autóctonas
Publicado por
María Rosa
en
12:42
Etiquetas: Fotos naturaleza, Jardinería
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3 comentarios:
Es maravilloso todo lo que nos mostrás!!!
Sos una afortunada pudiendo convivir con tanta naturaleza,y pudiendo criar tu hija en un ambiente tan sano!!!
Besos para vos y cami
Lauri
acabo de ver todas tus flores!!! que belleza!!!
creo que la dama de noche tambien la llaman "Don Diego", en una de esas asi encontras mas informacion...
te mando un besote!
MEY
no hay nada mas hermoso que las flores silvestres, ... yo tengo varias que "salieron solas" jaja y las cuido como si fueran orquideas ;)
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