martes, 20 de noviembre de 2007

Ecologista extrema


Hace unos días descubrí que una planta de mburucuyá que venía del patio del vecino había sido invadida por las orugas, temiendo por mis queridas plantas, tomé un insecticida y una tijera de podar, decidida a terminar con el problema. Lo que no esperaba era que mi hija se interpusiera entre mis instintos criminales y sus queridas orugas. Me suplicó, me exigió y me dio un discurso en defensa de la vida, hasta que al final terminé deponiendo las armas. Ese mismo día puse cuidado, y noté que con una vecinita las tenían contadas e iban observando cómo se transformaban en mariposas. Eso sí, cuando encuentro alguna alejada de la colonia, no me pregunten cómo reacciono.

2 comentarios:

majo dijo...

toda una leccion de vida no? a veces nuestros mejores profesores son nuestro hijos, irónico pero maravilloso

Carmen-Gloria dijo...

Realmente algo para pensar...quizas debieramos escuchar mas a los pequeños, en ellos esta la sabiduria sin intereses...besitos amiga