Como todos los animales saben los que más sufrimos del calor somos los que tenemos el pelaje negro, los fuertes rayos solares nos dejan sin ganas ni de mover las orejas. Pero no todo es desventaja, durante la noche somos los depredadores más temidos, hasta las presas de vista más aguzada, raras veces pueden detectarnos en la oscuridad nocturna. Por suerte tengo a mis dueños que tienen un curioso aparato que cambia las estaciones, sí, aunque parezca mentira cuando eso que llaman motor comienza a ronronear, el verano se vuelve invierno y ellos se meten bajo las cobijas, entonces comienzo mi danza de caricias para que me permitan subir a la cama con ellos y así sobrellevar mejor los ardientes veranos de estos últimos años.
Contaba mi abuelo: sí, aunque no lo crean nosotros tenemos una extensa tradición oral que transmitimos de generación en generación e incluso dejamos nuestras historias grabadas en los árboles, en un intrincado lenguaje de arañazos que solo nosotros podemos entender y que al descifrarlo detenidamente nos revela los pensamientos y las historias de los mininos que han transitado por ese lugar. Mi mamá era una elegante gata siamesa que vino de una ciudad vecina y me contó historias de grandes árboles de cemento en cuyos troncos habitan las personas con sus mascotas, de una selva llena de animales metálicos y ruidosos, como el que tienen mis dueños y que ocupan para irse vaya a saber donde. En cambio mi papá era un oscuro gato venido de los montes, acostumbrado a la dura vida salvaje y que me enseñó muchas cosas. Mis dueños nunca se enteraron, pero durante años me he escapado a visitarlo y a escuchar sus historias de épocas pasadas. El me contaba que mi abuelo, que no conocía de ciudades ni de personas, vivía en los montes, en esa época los árboles eran verdes y estaban vivos!!, ahora los construyen las personas y además de ser una masa fría y fea de quien sabe qué materiales carentes de vida, son imposibles de trepar, nuestras afiladas garras resbalan una y otra vez ¿Qué pasó con los árboles verdes y vivos? uno a uno los fueron cortando los humanos para fabricar numerosas cosas que ellos consumen, y con los árboles se fueron los pastizales y la enorme variedad de animales y aves que según mi abuelo existía en otras épocas. Cuando escucho esos relatos mi fantasía vuela imaginando esas especies que nunca conocí y que la niña de la casa conoce por unos papeles llamados fotografías, aunque ella me contó que todavía hay algunos en unas extrañas prisiones llamadas zoológicos. También el clima cambió, mi abuelo contaba que antes las lluvias eran frecuentes, pasaba días enteros metido en el tronco de los árboles evitando las crecientes de los arroyos, yo no sé lo que es un arroyo ni cómo crece, el aire refrescaba fácilmente con la humedad, y la tierra se podía ver sólo cuando se escarbaba con mucho ahínco, pues todo era un tapiz verde y fresco. Cuando paseo por el jardín y veo mi pelaje lleno de tierra, que se deposita por las tardes en las que el aire se vuelve turbio de tanta polvareda, añoro las historias de grandes lluvias y tardes frescas, con animales de pelaje lustroso viviendo felices hasta que a las personas se les ocurrió talar los árboles, añoro esas épocas que no conocí y que seguramente no voy a conocer.
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